Desde un décimo piso Madrid parece otra.
Las noches de otoño le dan a esta ciudad un aspecto frágil. En la calle solo se
escucha el rumor de los coches que, apresurados, aceleran para llegar lo antes
posible a sus respectivos hogares.
Mientras tanto, un escritor juega a
convertir su mundo interior en letras. No le importa la hora que se refleja en
la parte inferior de la pantalla. Sabe que, si no atiende a su musa, tendrá
pesadillas y, cuando despierte, se habrá ido sin dejar rastro. Sobre su
escritorio hay un libro a medio leer, una agenda con la que poner el orden
necesario para que su vida no se vea abocada al caos más absoluto y una lámpara
encendida que inunda la estancia con una cálida luz.
La corriente aprovecha el resquicio de una
ventana mal cerrada para colarse en la habitación. Pero el escritor no tiene
frío. Su corazón siente un calor diferente y no entiende por qué el resto de la
humanidad no quiere lo mismo que él. Aunque, en el fondo, sabe que sí lo quiere.
El problema es que las estaciones están siempre abarrotadas por personas
cariacontecidas que ven pasar los trenes y que se quejan, en voz baja, porque
no se han detenido a su paso. Es absurdo, no saben que solo tienen que avisar
al maquinista de que quieren subir para que pare.
Ha aprendido a ser feliz a
contracorriente. Vive rodeado de prisas en una ciudad en la que nunca hay
tiempo para nada. ¿Cómo van a saber lo que es la poesía si no pueden disfrutar
del silencio? Vive con los pies en el suelo mientras su mente vuela a otra
dimensión. Se refugia entre palabras y en una sonrisa que produce un vértigo
real. No es consciente de cómo ha llegado a este punto. De la noche a la mañana
pasó de cero a descubrir los límites insospechados de la libertad escondidos en
un pronombre; ella.
Da vida a hojas en blanco mientras hace
frente al ejército que se ha desatado en su interior y que, indomable, ha acabado
con la coraza que protegía a sus sentimientos. Una a una, sus ojos recorren las
líneas que ha escrito sin parar.
Una mirada. El diálogo de aquel libro
marcado a lápiz. Cualquier día. El momento más inesperado y, a la vez, el más
necesario. El sonido de una voz al otro lado del telefonillo; "Ya
estoy". Una nota pegada en la estantería. Una palabra que exprime al ciento
veinte por ciento tu aliento. Noviembre. Una ciudad entera. Un número. Un
nombre tatuado en el alma. Septiembre. Un mundo por salvar y una lista
interminable de motivos para hacerlo.
Ahora, justo en
el momento en el que se ve calado hasta la conciencia, se da cuenta de que no
supo ver el conato de un incendio salvaje que, al final, se propagó para acabar
con el frío de Madrid.
Muchas gracias por visitarme, por visitar el espacio de una eterna añrendiz.
ResponderEliminarComo bien dices aquí, aprovechando el momento en q las musas nos visitan, q puede ser cualquier instante...
Lo que más me ha motivado para echarle un ojo a tu perfil "¿Quién será este señor?" ha sido que el comentario se notaba que habías leído la entrada y que no me pusiste link a tu blog.
ResponderEliminarLa verdad es que me gusta, parecía que no pero ha terminando ser un relato bastante psicológico sobre el papel de la escritura y la musa dentro de ella. Cualquier cosa puede ser motivadora.
¡Hola!
EliminarMuchas gracias por tu comentario!
Cualquier momento puede ser bueno para escribir y hacer mención a las musas.
¡Un saludo! :)
¡Hola de nuevo!
ResponderEliminarTe dije que me verías más seguido, y aquí estoy :D
El relato me ha encantado y, al igual que "Sin testigos", es hermoso. Tus palabras son... no se como decirlo... en verdad haces que los lectores se adentren al texto. Haces que sientan el texto, o por lo menos eso me paso a mi.
Me ha encantado la frase: "Mientras tanto, un escritor juega a convertir su mundo interior en letras." y lo que le sigue tambien. ¿Me dejas ponerla como la frase del mes en mi blog? Jajaja
No me cansare de decirlo: tienes talento.
¿Has pensado en sacar un libro?
Por que yo lo compraría y lo leería con gusto.
Espero y sigas creciendo. Escribe más, porfis :3
Besos xx